A mi me han dado dos ataques de ansiedad y son horribles. Si a alguno de tus hijos le ocurre aquí aprenderás cómo manejarlo.
Ataque de pánico” es un término que ha llegado a ser utilizado muy ampliamente para nombrar una reacción de ansiedad. Se oye a mucha gente decir cosas como, ‘Cuando estoy alrededor de los perros tengo un ataque de pánico’, dice el Dr. Jerry Bubrick. “Lo más probable es que lo que quieren decir es que les da un poco de pánico, pero no están teniendo un verdadero ataque de pánico”.
Un verdadero ataque de pánico ocurre cuando se experimentan síntomas físicos súbitos e intensos: corazón acelerado, sudoración, temblores, mareos, falta de aliento, náuseas; y usted interpreta que eso significa que algo está terriblemente mal. La gente suele creer que está muriendo. O “que está enloqueciendo”.
“De repente, usted tiene esta explosión de síntomas físicos que son realmente incómodos”, explica el Dr. Bubrick, director del Centro de Trastornos de Ansiedad en el Child Mind Institute. “Muchas veces, las personas piensan que están teniendo un ataque al corazón y van a la sala de emergencias”.
Andrea Petersen describe tener un ataque de pánico a los 20 años, en una “mañana ordinaria” cuando era estudiante de segundo año en la universidad y se estaba registrando para clases. “De repente, mi ritmo cardíaco se aceleró, me quedé sin aliento, y las palabras que estaba leyendo empezaron a transformarse, a cambiarse, a doblarse”, recuerda. “Estaba abrumada por el terror. Sentía que iba a morir. Algo terriblemente malo estaba pasando en mi cuerpo o cerebro”.
Lo que está experimentando en un ataque de pánico es el sistema de alarma de su cuerpo, que está conectado para prepararle físicamente para manejar una emergencia, y se activa sin una amenaza real. Los ataques de pánico usualmente alcanzan su punto máximo a los 10 minutos y disminuyen en aproximadamente media hora. Sin embargo, algunas personas informan que experimentan los síntomas de manera continua. Petersen, cuya biografía “On Edge: A Journey Through Anxiety” narra su experiencia, así como las últimas investigaciones sobre la ansiedad, pasó un mes en el sofá de sus padres, inmovilizada por intensas sensaciones físicas, así como por el terror y pavor. “Pienso en ello como un ataque de pánico de un mes”, dice. “Sí, había altas y bajas pero fue una experiencia de cuerpo entero y consumidora, e increíblemente incapacitante. Y resulta que no es tan inusual”.
A menudo, como con la experiencia de Petersen, un ataque de pánico sucede de la nada, y no tiene ni idea de qué lo provocó. Los médicos lo llaman ataques de pánico inesperados.
Pero, a menudo, las personas que han tenido ataques de pánico los asocian con lugares o situaciones en las que éstos han ocurrido, y anticipan con creciente ansiedad tener otro ataque en esa situación. Eso los hace propensos a lo que los médicos llaman ataques de pánico esperados.
Un ataque de pánico se convierte en algo llamado trastorno de pánico cuando una persona se preocupa tanto por tener otro ataque, que empieza a evitar lugares o situaciones que ella asocia a los ataques. No todo el que tiene un solo ataque de pánico va a desarrollar un trastorno completo. Algunos tienen la experiencia, pero lo descartan como una aberración incómoda que esperan que no vuelva a suceder. Pero en alguien que está predispuesto a los trastornos de ansiedad, señala el Dr. Bubrick, la vía en el cerebro que evalúa las amenazas puede ser hiperactiva. Evitar otro ataque se convierte en una prioridad primordial. Para Petersen, cuyo trastorno de pánico no fue diagnosticado durante un año, “Mi mundo se volvió cada vez más pequeño. Si yo estaba en la fila de la cafetería, y me sentía asustada, no volvía a la cafetería. Dejé de ir al cine. Dejé de ir a fiestas. Dejé de hacer casi cualquier cosa aparte de ir al par de clases que pude tomar, tuve que abandonar la mitad de mis cursos y mi habitación en la casa de hermandad”.
Debido a que parte de la experiencia de un ataque de pánico es una necesidad intensa de huir, las personas que los han tenido, a menudo evitan situaciones en las que sería difícil escapar si se produce un ataque, tales como carros, trenes, aviones, multitudes. Esta evitación de lugares considerados difíciles de escapar es agorafobia. “La agorafobia sólo significa el miedo a no ser capaz de escapar de una situación, en caso de que tenga un ataque de pánico”, dice el Dr. Bubrick. Eso a menudo incluye espacios cerrados. “La gente dirá: ‘Sabes qué, está bien. No voy a cruzar un puente, nunca. No viajaré en avión. No necesito volar a ninguna parte”, añade. Pero también podría ser estar en un partido de béisbol con amigos que no tomarían muy bien el tener que salir en la quinta entrada. O en el teatro, o una película. Petersen, una escritora colaboradora del Wall Street Journal y viajera ambiciosa, a pesar de su ansiedad, señala que incluso ahora no conduce por la autopista, después de que tuvo un “terrible” ataque de pánico mientras conducía entre San Diego y Los Ángeles.
Las personas con trastorno de pánico también pueden desarrollar un intenso temor a las sensaciones físicas asociadas con el pánico, como una frecuencia cardíaca elevada, sudoración, dificultad para respirar, incluso cuando no están en el contexto de un ataque de pánico. Eso podría llevarlos a evitar el ejercicio porque interpretan esas sensaciones físicas como peligrosas, aunque en realidad son señales de un entrenamiento saludable y vigoroso. “Entonces, como puede imaginar, mucha gente no va al gimnasio”, señala el Dr. Bubrick. “La gente no quiere estar en situaciones donde hace calor, porque eso podría desencadenarlos, o en situaciones donde piensan que van a tener esa angustia física como en una montaña rusa o en un avión”. A pesar de que los niños pequeños pueden tener episodios temerosos o de pánico, el verdadero trastorno de pánico no aparece hasta los años de la adolescencia. Los ataques de pánico también pueden desarrollarse como una característica de otro tipo de ansiedad, como la ansiedad social con ataques de pánico, o fobia específica con ataques de pánico.
La investigación demuestra que el tratamiento más exitoso para el trastorno de pánico es una combinación de medicamentos antidepresivos y terapia cognitivo conductual (TCC). Muchos médicos recomiendan la TCC como tratamiento de primera línea, con la adición de medicamentos si es necesario para que el paciente esté lo suficientemente cómodo para participar en la TCC. Al tratar a alguien que tiene trastorno de pánico con TCC, el médico empieza trabajando con el paciente para que éste piense de forma más flexible acerca de su ansiedad. En lugar de ver los síntomas físicos como peligrosos, él practica tolerándolos, comprendiendo que no son dañinos. Para ayudar a la persona a desconectar los sentimientos negativos asociados con los ataques, el terapeuta induce esas sensaciones físicas, el paciente hace saltos de tijera (marineros) o subidas de escaleras para acelerar el corazón, girando para conseguir marearse, respirando a través de un popote (straw) de café para lograr que se dificulte su respiración. “Le estamos exponiendo a las sensaciones físicas reales de un ataque de pánico, un síntoma a la vez”, explica el Dr. Bubrick. Luego, en lugar de simplemente tolerar la ansiedad y esperar a que desaparezca, se le enseña a la persona a hacer técnicas de respiración profunda, para calmar los síntomas físicos. Algunos médicos no hacen la respiración profunda, basándose en que los síntomas pasarán por sí mismos. Pero al Dr. Bubrick le gusta dar a los niños herramientas que le den un sentido de empoderamiento, “para que sientan que pueden controlar los síntomas”. A medida que el temor de los ataques disminuye, los ataques mismos se vuelven menos severos y menos frecuentes. La persona también está lista para comenzar a aventurarse a situaciones del mundo real asociadas con sus ataques de pánico. “Ahora podemos ir a los autobuses, los subterráneos o las salas de cine, cualquier lugar de los que han estado evitando ir, sabiendo que si tienen un ataque de pánico tienen una manera de lidiar con él”. Los pacientes que han sido tratados con TCC a veces regresan para “sesiones de mantenimiento”, para actualizar sus habilidades. “Cuando empiezo a sentir ansiedad, y siento que es posible que recaiga”, dice Petersen, “voy de nuevo a TCC”.
Si piensa sobre los ataques de pánico como un sistema de alarma que funciona mal, los antidepresivos llamados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) hacen que el sistema sea menos reactivo.
Petersen describe el efecto de los ISRS como la reducción de la intensidad de la preocupación. “Durante varias semanas noté que si la preocupación estaba ocupando el 70 por ciento de mi cerebro antes, el espacio se está abriendo, y la preocupación es solo ocupa el 40 por ciento”, dice. “Me encuentro más presente en el momento, capaz de tener conversaciones, de escuchar lo que la otra persona dice. El monólogo de la preocupación puede ser tan fuerte y tan molesto”. Y ella dice que con el tiempo hay menos ataques de pánico.
No es raro que a las personas que experimentan ataques de pánico se les recete un sedante como Klonapin, Xanax o Ativan para tomar si tienen un ataque. Pero dado que los ataques de pánico son de corta duración, los médicos señalan que es fácil malinterpretar los síntomas menguantes como el efecto de los medicamentos, y desarrollar una dependencia psicológica. Y estos medicamentos, llamados benzodiazepinas, deben tomarse con mucho cuidado, ya que pueden volverse adictivos y tener interacciones peligrosas con otros medicamentos.
A pesar de que los ataques de pánico se entienden mucho mejor de lo que lo eran cuando Petersen los estaba experimentando por primera vez, ella señala que las investigaciones demuestran que las personas que padecen trastorno de pánico suelen esperar años antes de hablar de los síntomas con un profesional médico o incluso con otras personas. Es fácil sentirse avergonzado por los síntomas: si no te estás muriendo, ¿significa eso que hay algo terriblemente mal en tu cerebro?
Cuando estaba teniendo dificultades en la universidad y no sabía qué le sucedía, señala: “Les dije a mis amigos que tenía mononucleosis”. Pero más adelante, después de algunas malas experiencias con parejas románticas que no la apoyaron, dice: “Me prometí a mi misma que iba a decirles a todas las personas con las que saliera sobre mi ansiedad desde el primer momento, como si se tratara de una enfermedad contagiosa. Estar cerca de personas que pueden aceptar esa parte de ti y apoyarte es muy importante”.
Por: Caroline Miller
Publicado por: Child Mind Institute www.childmind.org
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