“Educad al niño y no será necesario castigar al hombre.” Pitágoras

Esta célebre frase se le atribuye al filósofo griego de nombre Pitágoras y mantiene hoy día la misma relevancia que cuando se pronunció por primera vez, hace más de 500 años. La base de la formación de un buen ser humano es la disciplina y los valores que se cultivan desde temprana edad. Desde el respeto a mis padres hasta el respeto a los animales se deben forjar desde niños. Desafortunadamente, en la última década hemos visto en nuestro País un deterioro en el comportamiento de nuestros jóvenes, particularmente en lo relacionado con los modales, el respeto y la responsabilidad ciudadana.

Los ejemplos son múltiples.  Se observa en el desafío constante a la autoridad, en la destrucción del ambiente, en la falta de interés en el  prójimo y en la violencia en todas sus manifestaciones.

 

Comparto un ejemplo sencillo a modo de ilustrar mi preocupación. Recientemente, estando con mis hijos en un área destinada para juegos en el condominio donde vivimos, llegaron 5 adolescentes diciéndose unos a otros malas palabras que en mi época se consideraban insultos graves. No discutían ni peleaban, meramente se expresaban de esa forma con naturalidad. Las palabras de su florido vocabulario comenzaban con la “C” y la “M”, e iban y venían sin ningún tipo de pudor.

De inmediato les llamé la atención y les advertí sobre la presencia de mis niños, pidiéndoles que moderaran su vocabulario. Para mi sorpresa, sólo uno de ellos se disculpó. Los demás me miraron desafiantes y luego me ignoraron. No obstante, mientras estuvimos en el mismo espacio, modificaron su forma de expresarse y fueron prudentes. 

 

Ese incidente es meramente uno entre muchos más que he presenciado y que me han compartido amistades y conocidos sobre el comportamiento de nuestros jóvenes. Comprendo perfectamente que la adolescencia es una etapa compleja y de cambios significativos. Entiendo que se necesitan espacios de desahogo entre amigos y que es de esperarse que incluso demuestren cierta rebeldía durante esa compleja transición de niños y niñas, a hombres y mujeres. No obstante, mi percepción es que hay un deterioro colectivo y me parece que como padres tenemos una enorme responsabilidad para detenerlo.

Lamentablemente, muchos jóvenes se crían en hogares donde las malas palabras y la falta de respeto son la orden del día. No podemos pedir a nuestros hijos que no hablen malo si continuamente nosotros lo hacemos.  Muchísimos estudios sicológicos y sociales han demostrado que el modelaje de los padres es crucial en la formación de los hijos. Es decir, que nuestras actitudes tienen mucho más peso que lo que decimos, e influyen grandemente en el comportamiento de nuestros hijos. 

Por otro lado, la mala conducta de los jóvenes y la rebeldía usualmente responden a una necesidad de atención y de involucramiento de los padres. En esta etapa los padres debemos ser como bandas elásticas: por un lado “estirando”, que no es otra cosa que soltar a nuestros hijos para que ejerzan mayor independencia; y por otro lado “encogiendo”, que se refiere a supervisarlos mientras establecemos controles y límites adecuados para la edad.

Navegar con nuestros hijos durante su adolescencia es tarea compleja. Requiere de mucha paciencia, acompañamiento, observación, disciplina y persistencia. Los ambientes malos propician malos comportamientos y es importante que ayudemos a nuestros jóvenes a canalizar la energía de esa etapa de forma constructiva y saludable. 

Si queremos un mejor País, una mejor sociedad y un mejor futuro tenemos que empezar por la base: nuestra familia y nuestros niños. Un mejor futuro es posible si nos lo proponemos. 

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