El cliché es cierto: la llegada de un niño te cambia la vida en un instante

Estimado padre primerizo:

Antes que todo deseo felicitarte porque, si eres primerizo, estás en espera de tu primer hijo o hace poco que llegó a tu vida te adelanto que ser padre o madre es el título más prestigioso y gratificante que obtendrás en toda tu vida.

Nunca se me olvidará la noche del 13 de noviembre de 2008.  Ese día llegó a nuestras vidas el primero de nuestros dos tesoros. Un pequeño que se apoderó de mi corazón desde el momento en que salió del vientre de su mami.  Lo miraba fijamente, mientras me encontraba en una especie de trance, apreciando el milagro que me estaba otorgando la vida en ese momento.

 

Tomarlo en mis brazos fue algo maravilloso. No sabía si besarlo, abrazarlo, hablarle o simplemente mirarlo. Mi deseo de ser papá y de una familia se cumplió.

Luego de un rato, sentí miedo. Miedo a faltarle, a no poder cuidarlo, a no poder brindarle todo lo que deseaba para él, a exponerlo a un mundo difícil y a una sociedad deteriorada.  Fue una sensación de inmensa vulnerabilidad pero de ansias de protección a la vez.  Pensé en cuántas cosas tendría que hacer, cambiar y ajustar de ahora en adelante y a la vez en el ánimo que sentía para realizarlas.  Tenía la certeza de que iba a dar lo mejor de mí y que haría lo imposible para convertir a ese angelito en un ser de bien y en un niño feliz.

El cliché es cierto: la llegada de un niño te cambia la vida en un instante. Tus intereses son distintos, tu rutina cambia, el hogar se transforma y las prioridades son otras. Las noches se harán cortas, al principio por alimentar y velar al bebé, luego por estar a su cuidado cuando comienzan a enfermarse y posteriormente por las preocupaciones típicas relacionadas con su crecimiento y desarrollo. 

El cansancio te acompañará casi todo el tiempo y en muchas ocasiones te llevará a estar irritado. Sin embargo, te garantizo que cada vez que esté en tus brazos te llenarás de una energía que sólo el momento te podrá hacer comprender. Según crezca, disfruta cada etapa pues pasan muy rápido. Retrátala mucho. Mírale a los ojos y repítele con voz pausada esas palabras sencillas y dulces que pronto dirá y que te llenarán la vida: Papá, Mamá.

Abrázalo, bésalo, huélelo y hazle saber cuán feliz te hace. Déjale saber que te llena la vida.

Eventualmente, te corresponderá y te besará de igual forma. El amor por un hijo es el amor más puro y profundo que sentirás en tu vida.  Y dale gracias a la vida por la extraordinaria bendición de experimentarlo. 

Publicado por: El Nuevo Día, blog sección Por Dentro Yo Soy un Papi

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