Tarde o temprano llegará el momento en que esto nos pase. Pero para eso estamos nosotros. Con estos prácticos consejos se te hará más fácil.

Es inevitable. En distintas etapas del crecimiento y desarrollo de nuestros hijos tendremos que manejar situaciones incómodas y sostener conversaciones difíciles. Por más que lo queramos evitar, será necesario dialogar sobre sexo, amistades, drogas, enfermedades, separaciones y muertes, entre otros temas.

Las conversaciones difíciles no son necesariamente aquellas donde tratamos temas delicados o controversiales. Lo que realmente define una conversación difícil es el grado diferencia que existe entre nuestro punto de vista sobre un tema y el punto de vista de la otra persona, además del nivel de emoción que sentimos al tratar ese tema. Por ejemplo, podemos hablar sobre la enfermedad crónica de un ser querido con un hermano y, aunque el tema es delicado, no es una conversación difícil si ambas partes tienen puntos de vista parecido y comparten relativamente las mismas emociones sobre el asunto.

Por otro lado, una conversación sobre dónde ir a pasar un fin de semana de vacaciones con tu pareja puede tornarse en una conversación difícil si anticipas que los puntos de vista son muy distintos y que será difícil llegar a un acuerdo.

En el caso de los hijos, aunque pensemos que por ser sus padres tenemos las de ganar, no es así. Por el contrario, la forma como manejemos las conversaciones con ellos y las diferencias de criterio será clave para sentar las bases de una relación estrecha y de confianza.

Brinda la información necesaria

Antes de la adolescencia, lo más importante es contestar lo que tu niño pregunta y no brindar información de más. Tu niño no tiene la necesidad de saber todos los detalles pues basta con satisfacer la necesidad de información en ese momento. Por ejemplo, si tu niño siente un sismo y te pregunta si va a ocurrir de nuevo, limítate a contestar su pregunta. Puedes decirle: “Sí, puede ocurrir nuevamente, pero lo importante es que tomemos las medidas de seguridad que hemos acordado”.

Escucha con atención

Si tu niño pasa por una situación difícil o percibe algo negativo a su alrededor pueden surgirle muchas preguntas. Además, las situaciones del día a día también pueden traer preguntas retantes. Irrespectivamente de la situación, debemos prestar atención y escuchar con cuidado.

Procura mantener contacto visual, hablar con claridad y mantener la empatía. Ponte en sus zapatos y valida sus emociones. Respeta si tu niño no desea hablar y no lo presiones. Déjale saber que tú estás listo para escucharlo cuando él se sienta listo para conversar. Por otra parte, si te hace una pregunta y tu no sabes la respuesta, no hay problema con que le compartas que no sabes la respuesta y que vas a buscarla. Sin embargo, es importante que cumplas tu palabra y le brindes posteriormente la información.

No subestimes sus emociones o necesidades

Evita comentarios como: “todo va a estar bien” o “no te preocupes por eso”. Al hacerlos, tu niño puede menospreciar sus emociones y suprimirlas.

Aquí te ofrezco varios ejemplos de formas más empáticas de comunicarte con tus hijos:

“Entiendo que te hayas sentido mal cuando tu compañero se burló de ti y te llamó de esa forma”.

“Puedo entender que sientas miedo cada vez que hay un temblor de tierra. A mi también me pasa”.

“Claro que entiendo que puedas estar dolida con Susana porque hizo un grupo para ir al cine y no te incluyó”.

No mientas sobre temas difíciles

Quizás tu niño quiera hablar sobre las drogas o tu hija preadolescente te pregunte por el suicidio. En el momento en que respondas con generalidades como “eso no te va a pasar a ti”, yo estaré allí para cuidarte” o “eso ni se te ocurra porque hasta ahí llegamos”, de alguna forma le estarás mintiendo y peor aún, bloqueando el canal de comunicación. Particularmente en la preadolescencia y adolescencia, los hijos necesitan sentir confianza para tratar temas sensitivos con sus padres.

Recuerda que si tú no les brindas la información, la buscarán de otra manera. En la mayoría de los casos, es preferible que la información les llegue a través tuyo o de algún adulto responsable que por conducto de sus amigos o los medios sociales.

Inicia tú las conversaciones controversiales

Sé un ejemplo para tus hijos y comparte tus emociones, experiencias y cuéntales sobre momentos complejos o difíciles de tu infancia y adolescencia. Mostrarte vulnerable hará que te sientan más cercano y que a su vez ellos decidan abrirse contigo. Evita emitir juicios, sermonear y atar todo a una moraleja, porque de esa forma los desalentarás a compartir sus situaciones.

De igual forma, si entiendes que es necesario buscar ayuda para facilitar una conversación difícil, acude a un profesional que los guíe y que ayude a mediar.

Las relaciones se fortalecen con la confianza y la comunicación abierta y honesta. Debes estar preparado para enfrentar las distintas etapas del crecimiento y desarrollo de tus hijos y aceptar que cierto grado de sufrimiento es parte del crecimiento. El manejo de conversaciones difíciles es esencial para su desarrollo y su vida plena de adultos.

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