Si hay algo difícil de manejar, y para lo cual requerimos mucha paciencia, es cuando nos enfrentamos a niños explosivos que se salen de control. En una ocasión presencié una escena de un pequeño con su mamá, en una tienda, que me dejó con la boca abierta la forma en que aquél pequeño empezó a gritar de una manera descontrolada. Era como para dar la vuelta y correr. Si eres de los que estás pasando por esta situación aquí tienes unos buenos consejos.
Cuando un niño, incluso un niño pequeño, pierde el control y se vuelve agresivo, puede plantear un riesgo grave para sí mismo y para otros, incluyendo a los padres y hermanos.
No es raro que los niños que tienen problemas para manejar sus emociones pierdan el control y dirijan su angustia a un cuidador, gritando y maldiciendo, lanzando objetos peligrosos o golpeando y mordiendo. Puede ser una experiencia aterradora y estresante para usted y también para su hijo. Los niños suelen sentirse apenados después que se han agotado y calmado.
Así que, ¿qué debe hacer usted?
Es de utilidad entender primero que el comportamiento es una forma de comunicación. Un niño que está tan abrumado que arremete con violencia es un niño angustiado. No tiene la habilidad para manejar sus sentimientos y expresarlos de forma más madura. Puede que le falten habilidades verbales, o de control de impulsos, o de solución de problemas.
Los padres algunas veces ven este tipo de comportamiento como manipulador. Pero los niños que arremeten con violencia suelen ser incapaces de manejar la frustración o la ira de manera más efectiva; es decir, hablando y resolviendo cómo alcanzar lo que quieren.
Sin embargo, la forma en que usted reacciona cuando un niño arremete con violencia tiene un efecto en si él continuará respondiendo a la angustia de la misma manera o aprenderá mejores formas de manejar sus sentimientos de manera que no se vuelvan abrumadores. Algunos consejos prácticos:
Mantenga la calma. Ante un niño iracundo, es fácil sentirse fuera de control y encontrarse gritándole a él. Pero cuando usted grita, tiene menos posibilidad de llegarle a él. En cambio, solo lo estará poniendo más agresivo y desafiante. Tan difícil como pueda ser, si se mantiene calmado y en control de sus propias emociones, puede ser un modelo para su hijo y enseñarle a hacer lo mismo.
No se dé por vencido. No le aliente a seguir este comportamiento al aceptar lo que él quiere para hacer que se detenga.
Elogie el comportamiento apropiado. Cuando él se haya calmado, elógiele por recobrar la compostura. Y cuando él trate de expresar sus sentimientos de forma verbal y calmada, o trate de llegar a un acuerdo en un área de discrepancia, elógiele por esos esfuerzos.
Ayúdele a practicar las habilidades para solucionar problemas. Cuando su hijo no esté angustiado, es el momento para ayudarle a que pruebe cómo comunicar sus sentimientos y cómo proponer soluciones a conflictos antes de que se intensifiquen en estallidos agresivos. Puede preguntarle cómo se siente y cómo piensa que podría solucionar un problema.
Sistemas de time-outs (tiempo de reflexión) y de recompensas. Los time-outs para el mal comportamiento no violento pueden funcionar bien en niños menores de 7 u 8 años de edad. Si un niño es demasiado mayor para los time-outs, usted querrá pasar a un sistema de refuerzo positivo por la conducta apropiada —puntos o fichas para algo que él quiere.
Evite los desencadenantes. El Dr. Vasco Lopes, psicólogo clínico, dice que en la mayoría de los niños que tienen crisis emocionales frecuentes, estas suceden en momentos predecibles, como a la hora de las tareas, de acostarse, o cuando es el momento de dejar de jugar, bien si es con Lego o Xbox. El desencadenante suele ser el que se le pida hacer algo que no les gusta o que dejen de hacer algo que sí les gusta. Las advertencias de tiempo (“nos vamos en 10 minutos”), dividir las tareas en instrucciones de un paso (“primero, ponte los zapatos”), y la preparación del niño para situaciones (“por favor, discúlpate antes de levantarte de la mesa de la abuela”) pueden ayudar a evitar las crisis emocionales.
¿Qué tipo de rabieta es?
La forma en que usted responde ante una rabieta también depende de su gravedad. La primera regla para manejar las rabietas no violentas es ignorarlas lo más frecuentemente posible, ya que incluso la atención negativa, como decirle al niño que pare, puede ser alentadora.
Pero cuando un niño comienza a pasar al plano físico, no se recomienda ignorarlo ya que puede causar daño a otros o también a sí mismo. En esta situación, el Dr. Lopes aconseja poner al niño en un ambiente seguro que no le dé acceso a usted o a ninguna otra posible recompensa.
Si la niña es pequeña (generalmente de 7 o menos edad), trate de ponerla en una silla para time-out. Si no se queda en la silla, llévela a un área de respaldo donde pueda calmarse por sí misma sin nadie más en la habitación. De nuevo, para que este enfoque funcione, no debe haber ningún juguete ni juego en el área que pueda hacerlo gratificante.
Su hija debe permanecer en esa habitación durante un minuto y debe calmarse antes que se le permita salir. Luego, debe volver a la silla para time-out. El Dr. Lopes explica que, “Lo que esto hace es darle a su hija una consecuencia inmediata y coherente para su agresión y elimina todo acceso a cosas gratificantes en su ambiente”.
Si tiene una niña de más edad que está siendo agresiva y no puede llevarla a un área aislada para que se calme, el Dr. Lopes aconseja que usted se aleje de ella. Esto asegura que ella no obtenga ninguna atención o refuerzo de usted y le mantiene a usted seguro. En casos extremos, puede que sea necesario llamar al 911 para garantizar su seguridad y la de su hija.
Ayude con técnicas conductuales
Si su hijo está teniendo muchas arremetidas con violencia —lo suficiente como para asustarle frecuentemente y perturbar a su familia— es importante obtener ayuda profesional. Hay buenas terapias conductuales que pueden ayudarles a usted y a su hijo a superar la agresión, aliviar su estrés y mejorar su relación. Puede aprender técnicas para manejar esta conducta con mayor efectividad y él puede aprender a frenar la mala conducta y a gozar de una relación mucho más positiva con usted.
Terapia de interacción entre padres e hijos. La PCIT (del inglés Parent-child interaction therapy) ha demostrado ser de mucha ayuda para niños entre los 2 y 7 años de edad. El padre y el hijo trabajan juntos a través de un conjunto de ejercicios mientras el terapeuta adiestra a los padres a través de un audífono intrauricular. Usted aprende cómo prestar más atención a la conducta positiva de su hijo, ignorar los malos comportamientos menores y ofrecer consecuencias coherentes para la conducta negativa y agresiva, todo mientras permanece calmado.
Capacitación para el manejo parental. La CMP enseña técnicas similares a la PCIT, aunque el terapeuta suele trabajar con los padres y no con el niño.
Soluciones proactivas y colaborativas. Las CPS (del inglés Collaborative and Proactive Solutions) es un programa que se fundamenta en la idea de que la conducta explosiva o la mala conducta es consecuencia de un retraso en las habilidades en vez de, digamos, un intento de obtener atención o probar los límites. La idea es enseñar a los niños las habilidades de las que carecen para que respondan a una situación en una forma más efectiva que con una rabieta.
Descifrando la conducta explosiva
Las rabietas y las crisis emocionales son especialmente inquietantes cuando ocurren con mayor frecuencia, mayor intensidad o después de la edad en la que se esperan para su nivel de desarrollo —esos terribles dos años y durante la edad preescolar. A medida que el niño crece, la agresión se vuelve cada vez más peligrosa para usted y para el niño. Y puede convertirse en un gran problema para él en la escuela y también con los amigos.
Si su hijo tiene un patrón de arremetidas violentas puede que se deba a un problema subyacente que necesita tratamiento. Algunas razones posibles para la conducta agresiva incluyen:
TDAH: Los niños que tienen TDAH se frustran con facilidad, especialmente en ciertas situaciones, tales como cuando se supone que deben hacer tarea o ir a la cama.
Ansiedad: Un niño ansioso puede mantener sus preocupaciones en secreto, luego arremete con violencia cuando las exigencias de la escuela o del hogar ejercen presión sobre él que no puede manejar. Generalmente, un niño que “mantiene la calma” en la escuela, la pierde con uno o ambos padres.
Discapacidades del aprendizaje no diagnosticadas: Cuando su hijo tiene arrebatos repetidamente en la escuela o durante el tiempo de tareas, puede que se deba a que el trabajo es demasiado difícil para él.
Problemas de procesamiento sensorial: Algunos niños tienen problemas al procesar la información que están captando a través de sus sentidos. Las cosas como demasiado ruido, las multitudes e incluso la ropa que “pica” puede ponerlos ansiosos, incómodos o abrumarlos. Eso puede conducir a acciones que le dejan a usted desconcertado, incluso a la agresión.
Autismo: Los niños que se encuentran en todos los puntos del espectro suelen ser propensos a crisis emocionales importantes cuando se sienten frustrados o se enfrentan a un cambio inesperado. También suelen tener problemas sensoriales que los hace angustiarse y agitarse.
Dado que hay tantas causas posibles para los estallidos emocionales y la agresión, la clave para la obtención de la ayuda que usted necesita es un diagnóstico preciso. Puede que quiera comenzar con su pediatra. Ella puede descartar causas médicas y luego derivarle a un especialista. Un psicólogo o psiquiatra infantil capacitado y experimentado puede ayudar a determinar cuáles problemas subyacentes están presentes, si es que hay alguno.
Cuando los planes de conducta no son suficientes.
Los profesionales están de acuerdo en que, cuánto más pequeño se pueda tratar al niño, es mejor. Pero, ¿qué pasa con los niños de más edad e incluso con los niños más pequeños que son tan peligrosos para sí mismos y para otros que las técnicas de conducta no son suficientes para mantenerlos seguros a ellos y a otros que les rodean?
Medicación. La medicación para las condiciones subyacentes, tales como el TDAH y la ansiedad puede hacer que su hijo sea más accesible y educable. A los niños que tienen problemas extremos de conducta se les suele tratar con medicamentos antipsicóticos como Risperdal o Abilify. Pero estos medicamentos deben asociarse con técnicas conductuales.
Zonas de apoyo. La capacitación de los padres puede, de hecho, incluir aprender cómo usar zonas de apoyo de seguridad en su hijo de manera que usted pueda protegerle a él y a usted de daños.
Ámbitos residenciales. Puede que los niños que tienen conductas extremas necesiten pasar tiempo en un centro residencial de tratamiento, algunas veces, pero no siempre, en un contexto hospitalario. Allí, reciben tratamiento conductual y, con mayor probabilidad, farmacéutico. Los internados terapéuticos proporcionan estabilidad y estructura las 24 horas del día, siete días a la semana. La meta es que el niño internalice el autocontrol de manera que pueda regresar a casa con una conducta más apropiada con usted y con el mundo en general.
Tratamiento diurno. Con el tratamiento diurno, un niño que tiene problemas extremos de conducta vive en casa, pero asiste a una escuela que tiene un plan de conducta estricto. Tales escuelas deberían tener personal preparado para manejar con seguridad situaciones de crisis.
Los niños explosivos necesitan padres calmados y seguros
Puede ser un trabajo desafiante para los padres aprender a manejar a un niño agresivo con abordajes conductuales, pero para muchos niños puede suponer una enorme diferencia. Los padres que son seguros, calmados y coherentes pueden tener mucho éxito en ayudar a los niños a desarrollar las habilidades que necesitan para regular su propia conducta.
Esto puede exigir más paciencia y disposición para probar técnicas diferentes que las que podría tener con un niño que se desarrolla normalmente, pero cuando el resultado es una mejor relación y un hogar más feliz, bien merece la pena el esfuerzo.