En ocasiones, y sin querer, comenzamos a utilizar etiquetas en referencia a niños sin pensar que nuestros hijos están presentes y pueden repetirlas provocando que dichos niños se sientan mal.

Las etiquetas, como objeto, son funcionales, prácticas. Sin embargo, cuando las queremos ‘pegar’ a los seres humanos, en particular a los niños, pueden tener un efecto bastante dañino. Repasemos las siguientes frases que en ocasiones se usan para etiquetar a los hijos:

Este nene es un incordio

No seas bruto

Pero que estúpida eres

Eres demasiado tímida

Pareces un lechoncito

Al leerlas, es posible que recuerde esas etiquetas que le pusieron durante su infancia o su voz diciéndolas a sus propios hijos. Esto se hace muchas veces sin verdadera mala intención. Sin embargo, por muchas razones, deberíamos hacer un esfuerzo por evitar esta práctica con los chicos que estamos criando. Exploremos los efectos del etiquetado sobre la salud emocional de un niño y su relación con el desarrollo de ellos.

Los niños están “en proceso” y toman información sobre sí mismos cada día. Ellos no nacen con una auto-imagen positiva. Los padres juegan un papel vital en este departamento y actúan como “espejos psicológicos”, que reflejan a los niños lo que quiere se “pegar” o enseñar respecto a su imagen.  “Podría ayudar si pensáramos en la auto-imagen de un niño como el cemento húmedo. Entonces imaginemos que cada una de nuestras respuestas hacia ellos deja una marca en su forma de ser y su carácter.” Esta cita, tomada del libro Padres liberados, Niños Liberados, por Faber y Mazlish, confirma la importancia de nuestras palabras. Sabemos que con el tiempo, el cemento se endurece con nuestros mensajes firmemente arraigados.

Las etiquetas llevan mensajes que a menudo asignan a un niño un rol o un comportamiento en particular. Un niño que en repetidas ocasiones es llamado “malo” o “molestoso” se percibirá a sí mismo como tal y actuará conforme a esas etiquetas. En su sistema de creencias se forma un camino que le dice que eso es lo que es. Incluso, las etiquetas positivas como la “princesa”, “rey”, “belleza”, o “bebé” pueden llevar a un niño a creer que tienen derecho a ser tratados como tal en una base regular. Cuando se le pide al “rey” que limpie su habitación o a la princesa que debe recoger las crayolas en la escuela, se podrá denegar, indicando que es demasiado trabajo y alguien debe hacerlo por ella.

“Aún en broma, las etiquetas pueden ser inhabilitar”, indica el sicólogo Haim Ginott. Las etiquetas pueden dañar la relación padre-hijo cuando, con el paso del tiempo, pues los padres comienzan a ver a su hijo exclusivamente según la etiqueta. Es como si una sola palabra pudiese describir a un niño por completo. Con esto, los padres pueden llegar a limitarse en su capacidad de percibir el potencial de sus niños y confinar los retos para que los niños necesitan para crecer. Con frecuencia, las palabras “siempre” o “nunca” acompañan a las etiquetas y esto se suma al hecho de que la etiqueta es inexacta. 

Si a sus cuatro años Jason está etiquetado como “estúpido” o “torpe” por sus padres, puede llevar a esa etiqueta en sus relaciones con sus amigos y ser tratado como tal durante sus horas de recreo. Ginott afirma, “a menudo es más fácil para un niño aferrarse a sus viejas costumbres autodestructivas porque al menos está familiarizado con ellas.” Qué pasaría si los padres de Jason admiraran o señalaran la gran imaginación de su hijo al escoger los colores brillantes que usó para pintar su escena arte preescolar. Una oportunidad se podría abrir para que Jason viera sus habilidades de una manera positiva. En lugar de usar una etiqueta que lo inhabilita para el resto del año, sus padres podrían contribuir al carácter y la autoestima de su hijo con una frase que diga: “¡Wow, a esto es lo que llamo ser creativo!” En poco tiempo, Jason, su familia y sus amigos tienen una nueva imagen del chico.

Esta forma de comunicación que utilizan los padres de Jason se llama “elogio descriptivo.” Los padres, los maestros y los adultos que quieren animar a un niño a crecer sin etiquetas pueden usarlo. A continuación, se presentan algunos otros ejemplos de cómo esto podría ser utilizado como un “removedor de la etiqueta”.

Para un niño “olvidadizo”: “¡Recordaste su almuerzo antes de salir de casa! Estás mostrando responsabilidad.”

Para un niño “perezoso”: “Tienes la mitad de tu cuarto en orden. Toda la ropa está en las gavetas, has sido muy persistente!”

Dejar que escuchen por casualidad que decir algo positivo sobre él. “No podría haber terminado lo que tenía que hacer de no haber sido por Lucas.”

Modelar el comportamiento desea ver. Si sus hijos se están gritando, use una voz calmada para decirles que hay que buscar otras maneras de hablarse con respeto.

 

Recuérdeles momentos especiales. “Sofía, ¿recuerdas el año pasado cuando anotaste el gol del campeonato?

Cuando las actitudes o comportamientos que “etiquetamos” reaparecen (se le olvidaron los zapatos en la casa, dejó un reguero luego de jugar, etc.) Explique claramente sus sentimientos o expectativas. “Es importante esforzase y dejar todo listo antes de salir de la casa. Recuerda que luego de jugar hay que recoger porque luego no encuentras bien donde dejaste las cosas”.

Las etiquetas pueden ser difíciles de eliminar. Pero nunca es demasiado tarde para cambiar, entender el impacto que tienen en la vida de los hijos y trabajar para cambiar esa imagen creada. 

Asegúrese de que las palabras que utiliza aporten y ayuden a crear el carácter de sus hijos. Y, comprenda que las palabras que llevan con ellos serán las que proporcionan el estímulo y el apoyo que necesitan para manejar los desafíos que tendrán por delante.

Por: Pam Nicholson  RSU, Educadora de Crianza Certificada

Share This

Siguenos En: